El arte de programar
Te haces un café, enciendes el ordenador y te pones los cascos. Te pones tu lista de reproducción favorita y abres el entorno de desarrollo. Tienes una idea, algo que tiene que salir de tu mente y pasar por tus dedos mientras tecleas. Sientes la necesidad de sacarlo de ti y de mostrárselo al mundo, pero no lo haces de una manera convencional, sino programando. La programación es un arte.
Cuando comenzamos un nuevo proyecto nos encontramos ante un lienzo en blanco, un archivo vacío que necesita ser editado, pintado con código. Es la parte más dura pero también la más bonita, la de sentar las bases de la que será nuestra creación. El proceso que se lleva a cabo desde la idea hasta el producto es algo impresionante. Gastar hojas y libretas haciendo esquemas, dibujos, logos y dar pinceladas de clases, métodos, bucles y variables para luego escribirlas en el ordenador, ejecutar, y ver la obra.
Las personas suelen un concepto de arte algo encasillado. Normalmente se entiende como arte la exposición de cuadros o esculturas en museos, pero para mí el arte es mucho más que eso; es cualquier cosa mediante la cual se exprese algo, ya sea con pintura, hormigón, luz o código. Cuando vamos a un museo y observamos un cuadro, vemos lo que ha hecho el pintor. Cuando estamos ante software de un proyecto de código abierto, de igual manera podemos ver cómo ha sido desarrollado, desde la idea hasta el producto.
Existe una dualidad entre el ingeniero y el artista. Un cuadro tiene como fin último el ser observado, no tiene ninguna utilidad práctica distinta a la de decorar o hacer pensar al observador. Sin embargo, un programa informático tiene como fin el resolver un problema o una necesidad. Quizá sea por esto por lo que mucha gente no considera la programación un arte, pero la verdad es que es necesaria mucha creatividad durante el desarrollo.
Cuando afirmo que la programación es un arte, me refiero a la evolución del proyecto. Evadirte de todo, meterte en una burbuja de la que no te puede sacar nadie y estar tan concentrado tecleando que ya ni siquiera escuchas la música que sale de los cascos. Te fundes con el código y creas. Sí, creas. No pintas un lienzo; programas y escribes código, mucho código. Estás enganchado al teclado y llevas el portátil siempre en la mochila para picar hasta en los ratos libres que tienes. Sin darte cuenta, acabas creando una obra de arte. Es cierto que unas son mejores que otras, pero la belleza está en los ojos del que mira.
¿Y tú? ¿Te consideras un artista?